El siglo
de las luces
Referencias:
Doruthy, citado en, la educación en México, 2010, p.67-98
Una celebración en el virreinato

DURANTE CASI 20 AÑOS,
LA NUEVA ESPAÑA ESTUVO DE FIESTA. La celebración se centró en la veneración a
la virgen de Guadalupe, pero también incluyó aclamaciones en honor del
virreinato mismo y de sus habitantes. Comenzó con el nombramiento de la
Guadalupana como patrona de la ciudad de México (1737), luego de toda la Nueva
España (1746) y finalmente, con la autorización del Papa en Roma, el 12 de
diciembre fue reconocida oficialmente en la Iglesia universal (1754).
La Nueva España produjo
dos tercios de la plata del mundo y la capital, con casi 100 000 moradores, era
la ciudad más Fascinante de América.
Se fue formando una
conciencia de identidad nacionalista en los distintos estratos de la sociedad.
Esta identidad se expresó de varias maneras: orgullo por ser la sede de la
aparición de la Virgen, un reino (y no una "colonia") de grandes
riquezas naturales y urbanísticas, y un lugar con rica cultura prehispánica.
Enla Biblioteca
mexicana, describió los colegios y las grandes bibliotecas, la poesía de
sor Juana Inés de la Cruz, las investigaciones de Carlos de Sigüenza y Góngora,
y la hazaña académica de un brillante universitario, Antonio Lorenzo López
Portillo, quien recibió simultáneamente el doctorado en cuatro facultades.
Una crisis política y educativa
La expulsión de los jesuitas
Sin embargo, de un
día para otro, el ambiente de celebración se transformó en tristeza y rabia. En
la mañana del 25 de junio de 1767, en 21 ciudades y villas del virreinato, a la
misma hora de la mañana,los soldados del rey entraron en los colegios de los
jesuítas para aprisionar a los miembros de la Compañía de Jesús, cerrar todas sus
instituciones y expropiar los fondos, edificios y propiedades de la orden
religiosa, en ctimpl i miento del mandato de Carlos III quien expulsó a los
jesuítas de toda la monarquía.
Seiscientos miembros
de la Compañía de Jesús tuvieron quesalir exiliados a Italia; la mayoría de
ellos criollos. Aproximadamente la mitad había trabajado en instituciones de
enseñanza de la gramática latina, las humanidades y las ciencias, que
conformaban el nivel de educación entre las primeras letras y las carreras
universitarias.
La salida de los
jesuítas, la clausura de los colegios y el abandono de las misiones entre los
indios de Sonora, Sinaloa y Chihuahua causaron resistencia y resentimiento en
el virreinato. El virrey Croix exigió que "de una vez para lo venidero
deben saber los súbditos del gran monarca que ocupa el trono de España que nacieron
para callar y obedecer, y no para discutir ni opinar en los altos asuntos del
gobierno".
Para intentar reponer los estudios
después de la expulsión,los franciscanos, agustinos y dominicos consiguieron de
la Real y Pontificia Universidad de México la validación de los cursos que ofrecían
de gramática latina y humanidades a los alumnos laicos en sus noviciados. Los
seminarios diocesanos también admitieron más estudiantes seglares.
Las instituciones ilustradas, centros de rivalidad entre
criollos y peninsulares
En el campo de la
educación, el término "ilustración" se refería al interés del
gobierno de aumentar su participación en la enseñanza como manera de promover
el progreso en las virtudes, las ciencias y las artes. El Estado quería extender
la educación básica entre los pobres, imponer el uso del castellano en las
escuelas, modernizar la enseñanza en los colegios y las universidades y al
mismo tiempo reducir la participación de la Iglesia en las instituciones educativas.
En el contexto de la
ilustración, el rey Carlos III fue alabado por haber establecido instituciones
que llevaron conocimientos modernos a la Nueva España.
Los criollos pensaban
que desde hacía siglos existía una sabiduría prehispánica y virreinal en los
campos de la medicina, el arte, la arquitectura, la botánica y las técnicas
mineras.
La escuela de cirugía
Al terminar la guerra
entre España e Inglaterra en 1763, Carlos III intentó mejorar la preparación de
los cirujanos del ejército y elevar su posición social. En casi todas las
naciones la medicina (facultad universitaria) y la cirugía (un oficio) se
mantuvieron como disciplinas separadas.
En 1768 el rey estableció
en la ciudad de México la Escuela Real de Anatomía Práctica (disecciones) y Operaciones
de Cirugía. Envió de España dos cirujanos para dirigir la institución, que ocupaba
salones en el Real Hospital de Indios.
En la Escuela de Cirugía
se combinaron la teoría y la práctica en curso? de anatomía, fisiología,
operaciones, clínica quirúrgica y elementos de medicina legal. Con un programa
de estudios formales, la cirugía empezaba a considerarse una profesión, y no un
oficio, lo que anunciaba el día en que se pudiera combinar la medicina y la
cirugía en una sola carrera.
La academia de san Carlos
En la ciudad de
México, el director de la Casa de Moneda, Jerónimo Antonio Gil, promovió el
establecimiento de una academia parecida a la de San Fernando en Madrid; y
mientras llegaba la autorización de Carlos III, nombró varios artistas
mexicanos para enseñar dibujo y pintura a 300 alumnos. En 1784 el monarca
aprobó el plan y al
año siguiente, al abrir la Academia de San Carlos, comenzaron las clases de dibujo,
escultura, arquitectura, grabado y matemáticas, con profesores de España que
reemplazaron a los maestros criollos.
Pronto Gil, el
director de la Academia, se quejó de que una tercera parte de los alumnos había
abandonado la institución debido a que los profesores utilizaban a los
estudiantes como aprendices, llevándolos a sus casas donde se aprovechaban
"del trabajo de los mismos discípulos en sus obras particulares y
privadas". Gil pidió que los maestros peninsulares regresaran a España y
que los criollos se reinstalaran en la Academia.
La catedra de botánica
Justo cuando los
mexicanos se quejaron de la discriminación hacia ellos en la Academia de San
Carlos, en la Universidad se abrió un curso de botánica, aunque en un ambiente
de hostilidad. Cuando el representante del virrey llegó a la concurrida
ceremonia, el rector de la Universidad rehusó cederle su asiento.
Tres eran las razones
por el rechazo de la cátedra y del Jardín Botánico. Se había ignorado a científicos
criollos con años de experiencia, al nombrar a los peninsulares Martín de Sessé
y Vicente Cervantes como directores. La legislación del rey violabalos
estatutos universitarios. El sistema botánico del sueco Carlos
Linneo, enseñad o por
los peninsulares, fue duramente criticado por el sacerdote criollo José Antonio
de Alzate, que era científico y también periodista.
Cervantes empezó a
utilizar náhuatl en sus investigaciones y la gente se asombró de las
exploraciones que realizó con los alumnos en los alrededores de México para
recoger plantas medicinales. No solamente enseñó a los estudiantes a clasificar
las plantas según las siete familias de Linneo, sino también a analizar
SLIS usos y nombres
indígenas.
El colegio de minería
Controversias y
desacuerdos también acompañaron el establecimiento del Colegio de Minería en 1788.
La idea original había sido de dos criollos, Joaquín Velázquez de León y Juan
Lucas de Lassaga, quienes consiguieron la aprobación real para un
"Seminario Metálico... para la educación y cultura de la juventud
destinada a las minas y el adelantamiento de la industria en ellas".
Argumentaban que los problemas más serios de la minería mexicana eran el
ineficiente método de amalgamación de la plata (método de patio) y el mal
desagüe de las minas.
El Colegio se abrió
en enero de 1792 con ocho colegiales y cuatro maestros peninsulares. Para el
curso de química se seleccionó al alemán Luis Lindner; para el de mineralogía
al español Andrés del Río, autor del estudio de fósiles publicado en México en
1795.
En 1797 salió impresa
en México la primera traducción al castellano del Tratado elemental de
Chimica de Lavoissier. A petición de los alumnos se añadió un curso de
cálculo integral y diferencial, y uno de latín. Entre 1792 y 1811, 231 jóvenes
estudiaron en el Colegio de Minería; la mayoría no completaron los cinco años
de cursos más los dos años de pasantía trabajando en una mina, pero adquirieron
una sólida preparación en ciencias y matemáticas.
Cambios en la educación indígena
Durante dos siglos la
enseñanza de la doctrina cristiana y las primeras letras había estado bajo la
supervisión y promoción de la Iglesia. Entre 1750 y 1770 el rey ordenó que los
frailes salieran de las parroquias de indígenas y fueran reemplazados por
sacerdotes seculares (diocesanos) quienes por falta de fondos,
generalmente no promovieron
las escuelas de primeras letras.
Los gobernantes
indígenas ya no eran libres para utilizar los fondos según su propio criterio, generalmente
para las fiestas religiosas, sino que debían seguir los
lincamientos
impuestos por los contadores en la ciudad de México.
El objetivo del
gobierno era disminuir los gastos en los pueblos y acumular un sobrante al
final del año.
En todo el virreinato
había 4 468 pueblos de indios, 20 ciudades y aproximadamente 40 villas de
españoles. Los indiosformaban 6 0% de la población total de 5 000 000 de
habitantes.
El subdelegado (la
autoridad regional del gobierno virreinal) nombraba al preceptor y fiscalizaba
los dineros de los pueblos.
Durante el periodo de
1773 a 1808 se logró establecer escuelas de primeras letras en 1 104 pueblos de
indios (esto es 26%) de la Nueva España. Las intendencias de México y Michoacán
tenían maestros en 43% y 32% en sus poblaciones indígenas, respectivamente.
Durante el siglo
XVIII el interés de los indios en la educación aumentó pues en 1697 se declaró
que "pueden ser ordenados en sacris, admitidos en colegios
seminarios y religiones y promovidos a dignidades y oficios públicos",
poniendo fin a la prohibición dada en el siglo XVI y autorizando la ordenación
de sacerdotes indígena.
Escuelas gratuitas e innovaciones pedagógicas
En las décadas
anteriores a la independencia, algunos educadores propusieron métodos distintos
para enseñar, que no fueran tan estrictos ni humillaran a los niños.
En las escuelas de
primeras letras, los maestros siguieron métodos heredados de siglos pasados,
separando a los estudiantes en "los de leer" (los pequeños) y
"los de escribir" (los más grandes), ya que era costumbre en el mundo
occidental enseñar primero la lectura y solamente después, la escritura. Muchos
niños abandonaban la escuela una vez adiestrados en la doctrina cristiana, la
lectura y la firma de su nombre, por lo que más personas supieron leer y no
escribir.
En 1815, en la ciudad
de México, el preceptor Ignacio Montero redactó un silabario que reemplazaría
la "cartilla tan rancia y antigua como la conquista". Su enseñanza
comenzaba con diez palabras cuya primera letra, en mayúscula y minúscula, era una
de las vocales: A-ba, a-la. E-va, e-le. I-ra, i-ba. El niño aprendía a leer
palabras que significaban algo para él y no un conjunto de sílabas sin sentido.
Durante los años de
la insurgencia, en 1817, apareció otro libro para niños, era de fábulas y cada
una iba acompañada de una ilustración. Escrito por José Joaquín Fernández de
Lizardi e ilustrado con 40 grabados de José Mariano Torreblanca, esta
publicación combinaba el texto con láminas, por lo que se considera
el primer libro
infantil ilustrado en México. Fernández de Lizardi, renombrado por ser el autor
de la primera novela mexicana, El periquillo Sarniento, utilizó la
fábula
para intercalar
opiniones sobre la situación política y social de su época. Su objetivo fue
"corregir las costumbres con la moralidad, divirtiendo al lector con lo
agradable de la ficción, haciendo de este modo que beba el amargo de la
corrección en la dorada copa del chiste".
Las cortes de Cádiz y la educación
En 1808 Napoleón
invadió España y para impulsar la resistencia se convocaron las Cortes en Cádiz, ctiya legislación
afectó a la educación de la Nueva España de varias maneras.
La misma Constitución
de Cádiz ordenaba a los nuevos ayuntamientos constitucionales el establecimiento
de escuelas municipales que enseñaran las primeras letras y "el catecismo
de la religión católica que comprenderá también una breve explicación de las obligaciones
civiles". Las Cortes de Cádiz promulgaron la libertad de los oficios, por
la cual la asociación gremial del Nobilísimo Arte de Primeras Letras,
establecida en 1601, perdió la facultad de limitar la enseñanza a los maestros
examinados que pertenecían al gremio; así se inauguró la libertad de enseñanza
en México.
La vida escolar
En ciudades como
Puebla y México, y posiblemente en los demás centros urbanos, la mayoría de los
alumnos asistieron a escuelas gratuitas, ya fueran financiadas por los ayuntamientos,
grupos filantrópicos, la Iglesia, o los pueblos de indios. Niños de todos los grupos
étnicos y niveles económicos convivieron en la misma aula, sin legislación o
costumbres que impidieran esta práctica.
Muchos niños
recibieron su primera experiencia escolar en la Amiga o "Miga" de la
vecindad o barrio donde vivían. Estas escuelas, ubicadas por todas partes de
las ciudades, admitían muchachos pequeños y niñas hasta la edad de 12 años,
porque a esa edad las señoritas debían retirarse de un lugar público y continuar
sus estudios en su propio hogar. La anciana maestra les enseñaba el catecismo y
los rudimentos de la lectura con el método individual del deletreo.
Los niños llegaban a
la escuela a las ocho de la mañana, formándose en línea para la inspección de
limpieza cié cara, manos, ropa y "sus zapatos o pies sin lodo". Muchos
llegaban a las nueve, por venir jugando y deteniéndose "a ver pleitos u otra
cosa", o porque no podían desayunar. Algunos faltaron por estar enfermos o
los lunes por ser día de "lavarse".
La escuela tenía dos
cuartos, uno para "los de leer" y otro para "los de
escribir". La sala de lectura estaba cubierta de gradas desde cerca del
techo, con bancos sin mesas en cada nivel. Con un ritmo y un tono de voz
especial, el preceptor dirigía el deletreo de las letras y palabras impresas en
unos carteles grandes, colgados al frente del salón.
A mediodía los
alumnos regresaban a sus casas para comer y volvían a la escuela de dos a cinco
de la tarde. En las escuelas de los pueblos de indios, el maestro enseñaba todo
el año, salvo durante las vacaciones de Semana Santa, y como era de esperar, muchos
alumnos no asistían en la época de siembra y de la cosecha.
Durante el siglo XV
la Universidad de México otorgó el grado menor de bachiller en artes a 13 636
alumnos. La mayoría había estudiado en instituciones fuera de la ciudad de
México.
En las facultades
mayores de Cánones, Teología, Leyes y Medicina, los estudiantes tomaron clases
dentro del edificio de la Universidad y recibieron el grado mayor de bachiller.
El número promedio de alumnos universitarios que estudiaron cada año en las
facultades mayores fue aproximadamente de 400. Algunos continuaron para
alcanzar los títulos de licenciado y doctor.o asistían en la época de siembra y
de la cosecha.
Al terminar la
escuela de primeras letras, la mayoría de los jóvenes empezaban a trabajar y no
concluían sus estudios. Solían ayudar a sus padres, o conseguían empleos en
tiendas, en el comercio, en las oficinas, en las artes y oficios.
Al comenzar el siglo XX
El nuevo siglo
encontró una sociedad en que muchas personas en el virreinato no siempre
estuvieron de acuerdo con los mandatos reales relacionados con la educación,
tales como la expulsión de los jesuítas, la enseñanza obligatoria del
castellano en las escuelas, el nombramiento de profesores peninsulares en las
instituciones ilustradas, el menosprecio de los europeos hacia las lenguas
indígenas y hacia la capacidad intelectual de los habitantes del virreinato, fueran
criollos o indios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario