viernes, 16 de junio de 2017

el siglo de las luces

El siglo de las luces
Referencias: Doruthy, citado en, la educación en México, 2010, p.67-98
Una celebración en el virreinato
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DURANTE CASI 20 AÑOS, LA NUEVA ESPAÑA ESTUVO DE FIESTA. La celebración se centró en la veneración a la virgen de Guadalupe, pero también incluyó aclamaciones en honor del virreinato mismo y de sus habitantes. Comenzó con el nombramiento de la Guadalupana como patrona de la ciudad de México (1737), luego de toda la Nueva España (1746) y finalmente, con la autorización del Papa en Roma, el 12 de diciembre fue reconocida oficialmente en la Iglesia universal (1754).
La Nueva España produjo dos tercios de la plata del mundo y la capital, con casi 100 000 moradores, era la ciudad más Fascinante   de América.
Se fue formando una conciencia de identidad nacionalista en los distintos estratos de la sociedad. Esta identidad se expresó de varias maneras: orgullo por ser la sede de la aparición de la Virgen, un reino (y no una "colonia") de grandes riquezas naturales y urbanísticas, y un lugar con rica cultura prehispánica.
Enla Biblioteca mexicana, describió los colegios y las grandes bibliotecas, la poesía de sor Juana Inés de la Cruz, las investigaciones de Carlos de Sigüenza y Góngora, y la hazaña académica de un brillante universitario, Antonio Lorenzo López Portillo, quien recibió simultáneamente el doctorado en cuatro facultades.
Una crisis política y educativa
La expulsión de los jesuitas
Sin embargo, de un día para otro, el ambiente de celebración se transformó en tristeza y rabia. En la mañana del 25 de junio de 1767, en 21 ciudades y villas del virreinato, a la misma hora de la mañana,los soldados del rey entraron en los colegios de los jesuítas para aprisionar a los miembros de la Compañía de Jesús, cerrar todas sus instituciones y expropiar los fondos, edificios y propiedades de la orden religiosa, en ctimpl i miento del mandato de Carlos III quien expulsó a los jesuítas de toda la monarquía.
Seiscientos miembros de la Compañía de Jesús tuvieron quesalir exiliados a Italia; la mayoría de ellos criollos. Aproximadamente la mitad había trabajado en instituciones de enseñanza de la gramática latina, las humanidades y las ciencias, que conformaban el nivel de educación entre las primeras letras y las carreras universitarias.
La salida de los jesuítas, la clausura de los colegios y el abandono de las misiones entre los indios de Sonora, Sinaloa y Chihuahua causaron resistencia y resentimiento en el virreinato. El virrey Croix exigió que "de una vez para lo venidero deben saber los súbditos del gran monarca que ocupa el trono de España que nacieron para callar y obedecer, y no para discutir ni opinar en los altos asuntos del gobierno".
Para intentar reponer los estudios después de la expulsión,los franciscanos, agustinos y dominicos consiguieron de la Real y Pontificia Universidad de México la validación de los cursos que ofrecían de gramática latina y humanidades a los alumnos laicos en sus noviciados. Los seminarios diocesanos también admitieron más estudiantes seglares.
Las instituciones ilustradas, centros de rivalidad entre criollos y peninsulares
En el campo de la educación, el término "ilustración" se refería al interés del gobierno de aumentar su participación en la enseñanza como manera de promover el progreso en las virtudes, las ciencias y las artes. El Estado quería extender la educación básica entre los pobres, imponer el uso del castellano en las escuelas, modernizar la enseñanza en los colegios y las universidades y al mismo tiempo reducir la participación de la Iglesia en las instituciones educativas.
En el contexto de la ilustración, el rey Carlos III fue alabado por haber establecido instituciones que llevaron conocimientos modernos a la Nueva España.
Los criollos pensaban que desde hacía siglos existía una sabiduría prehispánica y virreinal en los campos de la medicina, el arte, la arquitectura, la botánica y las técnicas mineras.
La escuela de cirugía
Al terminar la guerra entre España e Inglaterra en 1763, Carlos III intentó mejorar la preparación de los cirujanos del ejército y elevar su posición social. En casi todas las naciones la medicina (facultad universitaria) y la cirugía (un oficio) se mantuvieron como disciplinas separadas.
En 1768 el rey estableció en la ciudad de México la Escuela Real de Anatomía Práctica (disecciones) y Operaciones de Cirugía. Envió de España dos cirujanos para dirigir la institución, que ocupaba salones en el Real Hospital de Indios.
En la Escuela de Cirugía se combinaron la teoría y la práctica en curso? de anatomía, fisiología, operaciones, clínica quirúrgica y elementos de medicina legal. Con un programa de estudios formales, la cirugía empezaba a considerarse una profesión, y no un oficio, lo que anunciaba el día en que se pudiera combinar la medicina y la cirugía en una sola carrera.
La academia de san Carlos
En la ciudad de México, el director de la Casa de Moneda, Jerónimo Antonio Gil, promovió el establecimiento de una academia parecida a la de San Fernando en Madrid; y mientras llegaba la autorización de Carlos III, nombró varios artistas mexicanos para enseñar dibujo y pintura a 300 alumnos. En 1784 el monarca
aprobó el plan y al año siguiente, al abrir la Academia de San Carlos, comenzaron las clases de dibujo, escultura, arquitectura, grabado y matemáticas, con profesores de España que reemplazaron a los maestros criollos.
Pronto Gil, el director de la Academia, se quejó de que una tercera parte de los alumnos había abandonado la institución debido a que los profesores utilizaban a los estudiantes como aprendices, llevándolos a sus casas donde se aprovechaban "del trabajo de los mismos discípulos en sus obras particulares y privadas". Gil pidió que los maestros peninsulares regresaran a España y que los criollos se reinstalaran en la Academia.
La catedra de botánica
Justo cuando los mexicanos se quejaron de la discriminación hacia ellos en la Academia de San Carlos, en la Universidad se abrió un curso de botánica, aunque en un ambiente de hostilidad. Cuando el representante del virrey llegó a la concurrida ceremonia, el rector de la Universidad rehusó cederle su asiento.
Tres eran las razones por el rechazo de la cátedra y del Jardín Botánico. Se había ignorado a científicos criollos con años de experiencia, al nombrar a los peninsulares Martín de Sessé y Vicente Cervantes como directores. La legislación del rey violabalos estatutos universitarios. El sistema botánico del sueco Carlos
Linneo, enseñad o por los peninsulares, fue duramente criticado por el sacerdote criollo José Antonio de Alzate, que era científico y también periodista.
Cervantes empezó a utilizar náhuatl en sus investigaciones y la gente se asombró de las exploraciones que realizó con los alumnos en los alrededores de México para recoger plantas medicinales. No solamente enseñó a los estudiantes a clasificar las plantas según las siete familias de Linneo, sino también a analizar
SLIS usos y nombres indígenas.
El colegio de minería
Controversias y desacuerdos también acompañaron el establecimiento del Colegio de Minería en 1788. La idea original había sido de dos criollos, Joaquín Velázquez de León y Juan Lucas de Lassaga, quienes consiguieron la aprobación real para un "Seminario Metálico... para la educación y cultura de la juventud destinada a las minas y el adelantamiento de la industria en ellas". Argumentaban que los problemas más serios de la minería mexicana eran el ineficiente método de amalgamación de la plata (método de patio) y el mal desagüe de las minas.
El Colegio se abrió en enero de 1792 con ocho colegiales y cuatro maestros peninsulares. Para el curso de química se seleccionó al alemán Luis Lindner; para el de mineralogía al español Andrés del Río, autor del estudio de fósiles publicado en México en 1795.
En 1797 salió impresa en México la primera traducción al castellano del Tratado elemental de Chimica de Lavoissier. A petición de los alumnos se añadió un curso de cálculo integral y diferencial, y uno de latín. Entre 1792 y 1811, 231 jóvenes estudiaron en el Colegio de Minería; la mayoría no completaron los cinco años de cursos más los dos años de pasantía trabajando en una mina, pero adquirieron una sólida preparación en ciencias y matemáticas.
Cambios en la educación indígena
Durante dos siglos la enseñanza de la doctrina cristiana y las primeras letras había estado bajo la supervisión y promoción de la Iglesia. Entre 1750 y 1770 el rey ordenó que los frailes salieran de las parroquias de indígenas y fueran reemplazados por sacerdotes seculares (diocesanos) quienes por falta de fondos,
generalmente no promovieron las escuelas de primeras letras.
Los gobernantes indígenas ya no eran libres para utilizar los fondos según su propio criterio, generalmente para las fiestas religiosas, sino que debían seguir los
lincamientos impuestos por los contadores en la ciudad de México.
El objetivo del gobierno era disminuir los gastos en los pueblos y acumular un sobrante al final del año.
En todo el virreinato había 4 468 pueblos de indios, 20 ciudades y aproximadamente 40 villas de españoles. Los indiosformaban 6 0% de la población total de 5 000 000 de habitantes.
El subdelegado (la autoridad regional del gobierno virreinal) nombraba al preceptor y fiscalizaba los dineros de los pueblos.
Durante el periodo de 1773 a 1808 se logró establecer escuelas de primeras letras en 1 104 pueblos de indios (esto es 26%) de la Nueva España. Las intendencias de México y Michoacán tenían maestros en 43% y 32% en sus poblaciones indígenas, respectivamente.
Durante el siglo XVIII el interés de los indios en la educación aumentó pues en 1697 se declaró que "pueden ser ordenados en sacris, admitidos en colegios seminarios y religiones y promovidos a dignidades y oficios públicos", poniendo fin a la prohibición dada en el siglo XVI y autorizando la ordenación de sacerdotes indígena.
Escuelas gratuitas e innovaciones pedagógicas
En las décadas anteriores a la independencia, algunos educadores propusieron métodos distintos para enseñar, que no fueran tan estrictos ni humillaran a los niños.
En las escuelas de primeras letras, los maestros siguieron métodos heredados de siglos pasados, separando a los estudiantes en "los de leer" (los pequeños) y "los de escribir" (los más grandes), ya que era costumbre en el mundo occidental enseñar primero la lectura y solamente después, la escritura. Muchos niños abandonaban la escuela una vez adiestrados en la doctrina cristiana, la lectura y la firma de su nombre, por lo que más personas supieron leer y no escribir.
En 1815, en la ciudad de México, el preceptor Ignacio Montero redactó un silabario que reemplazaría la "cartilla tan rancia y antigua como la conquista". Su enseñanza comenzaba con diez palabras cuya primera letra, en mayúscula y minúscula, era una de las vocales: A-ba, a-la. E-va, e-le. I-ra, i-ba. El niño aprendía a leer palabras que significaban algo para él y no un conjunto de sílabas sin sentido.
Durante los años de la insurgencia, en 1817, apareció otro libro para niños, era de fábulas y cada una iba acompañada de una ilustración. Escrito por José Joaquín Fernández de Lizardi e ilustrado con 40 grabados de José Mariano Torreblanca, esta publicación combinaba el texto con láminas, por lo que se considera
el primer libro infantil ilustrado en México. Fernández de Lizardi, renombrado por ser el autor de la primera novela mexicana, El periquillo Sarniento, utilizó la fábula
para intercalar opiniones sobre la situación política y social de su época. Su objetivo fue "corregir las costumbres con la moralidad, divirtiendo al lector con lo agradable de la ficción, haciendo de este modo que beba el amargo de la corrección en la dorada copa del chiste".
Las cortes de Cádiz y la educación
En 1808 Napoleón invadió España y para impulsar la resistencia se  convocaron las Cortes en Cádiz, ctiya legislación afectó a la educación de la Nueva España de varias maneras.
La misma Constitución de Cádiz ordenaba a los nuevos ayuntamientos constitucionales el establecimiento de escuelas municipales que enseñaran las primeras letras y "el catecismo de la religión católica que comprenderá también una breve explicación de las obligaciones civiles". Las Cortes de Cádiz promulgaron la libertad de los oficios, por la cual la asociación gremial del Nobilísimo Arte de Primeras Letras, establecida en 1601, perdió la facultad de limitar la enseñanza a los maestros examinados que pertenecían al gremio; así se inauguró la libertad de enseñanza en México.
La vida escolar
En ciudades como Puebla y México, y posiblemente en los demás centros urbanos, la mayoría de los alumnos asistieron a escuelas gratuitas, ya fueran financiadas por los ayuntamientos, grupos filantrópicos, la Iglesia, o los pueblos de indios. Niños de todos los grupos étnicos y niveles económicos convivieron en la misma aula, sin legislación o costumbres que impidieran esta práctica.
Muchos niños recibieron su primera experiencia escolar en la Amiga o "Miga" de la vecindad o barrio donde vivían. Estas escuelas, ubicadas por todas partes de las ciudades, admitían muchachos pequeños y niñas hasta la edad de 12 años, porque a esa edad las señoritas debían retirarse de un lugar público y continuar sus estudios en su propio hogar. La anciana maestra les enseñaba el catecismo y los rudimentos de la lectura con el método individual del deletreo.
Los niños llegaban a la escuela a las ocho de la mañana, formándose en línea para la inspección de limpieza cié cara, manos, ropa y "sus zapatos o pies sin lodo". Muchos llegaban a las nueve, por venir jugando y deteniéndose "a ver pleitos u otra cosa", o porque no podían desayunar. Algunos faltaron por estar enfermos o los lunes por ser día de "lavarse".
La escuela tenía dos cuartos, uno para "los de leer" y otro para "los de escribir". La sala de lectura estaba cubierta de gradas desde cerca del techo, con bancos sin mesas en cada nivel. Con un ritmo y un tono de voz especial, el preceptor dirigía el deletreo de las letras y palabras impresas en unos carteles grandes, colgados al frente del salón.
A mediodía los alumnos regresaban a sus casas para comer y volvían a la escuela de dos a cinco de la tarde. En las escuelas de los pueblos de indios, el maestro enseñaba todo el año, salvo durante las vacaciones de Semana Santa, y como era de esperar, muchos alumnos no asistían en la época de siembra y de la cosecha.
Durante el siglo XV la Universidad de México otorgó el grado menor de bachiller en artes a 13 636 alumnos. La mayoría había estudiado en instituciones fuera de la ciudad de México.
En las facultades mayores de Cánones, Teología, Leyes y Medicina, los estudiantes tomaron clases dentro del edificio de la Universidad y recibieron el grado mayor de bachiller. El número promedio de alumnos universitarios que estudiaron cada año en las facultades mayores fue aproximadamente de 400. Algunos continuaron para alcanzar los títulos de licenciado y doctor.o asistían en la época de siembra y de la cosecha.
Al terminar la escuela de primeras letras, la mayoría de los jóvenes empezaban a trabajar y no concluían sus estudios. Solían ayudar a sus padres, o conseguían empleos en tiendas, en el comercio, en las oficinas, en las artes y oficios.
Al comenzar el siglo XX

El nuevo siglo encontró una sociedad en que muchas personas en el virreinato no siempre estuvieron de acuerdo con los mandatos reales relacionados con la educación, tales como la expulsión de los jesuítas, la enseñanza obligatoria del castellano en las escuelas, el nombramiento de profesores peninsulares en las instituciones ilustradas, el menosprecio de los europeos hacia las lenguas indígenas y hacia la capacidad intelectual de los habitantes del virreinato, fueran criollos o indios.

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